En los últimos años, el cambio climático ha adquirido un papel protagonista en la agenda política y social a nivel mundial. Y no es para menos, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), la agricultura es responsable de la emisión no natural del 11% de gases de efecto invernadero en nuestro país. ¿Qué significa esto para el sector agrícola y cuál es su responsabilidad?
Responsabilidad del sector agrario en la lucha contra el cambio climático
En primer lugar, es importante destacar que la agricultura es una actividad esencial para la subsistencia humana y, por tanto, su impacto en el medio ambiente es inevitable. No obstante, el sector agrícola tiene una gran responsabilidad en la lucha contra el cambio climático, ya que es la única actividad que fija carbono de la atmósfera en el suelo y a través de la biomasa. Por tanto, la agricultura puede convertirse en una solución para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, en lugar de ser parte del problema.
En AGR, estamos comprometidos con la sostenibilidad y la preservación del medio ambiente. Por ello, promovemos prácticas agrícolas que permiten reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y fomentar la captación de carbono como:
- El uso de técnicas de agricultura de conservación, como la siembra directa o la rotación de cultivos, que permiten reducir la emisión de gases de efecto invernadero asociados al laboreo del suelo.
- La implementación de sistemas de riego eficientes, que permiten reducir el consumo de agua y, por tanto, la emisión de gases de efecto invernadero asociados a la generación de energía eléctrica.
- Promoción de la agroforestería y la plantación de árboles en las explotaciones agrícolas, que permiten fijar carbono de la atmósfera y mejorar la biodiversidad.
El papel de las plantaciones de olivo en la reducción de emisiones de CO2
El olivar se ha convertido en una de las propuestas más destacadas para combatir el cambio climático y las principales entidades del sector están trabajando activamente en ello. El Consejo Oleícola Internacional (COI) organizó una conferencia en noviembre bajo el título ‘El aceite de oliva, el oro líquido que contribuye a la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero’, en la que se revisaron varios estudios científicos que han demostrado los efectos positivos del cultivo del olivo sobre el medio ambiente.
Durante la conferencia, se insistió en que la adopción de prácticas agronómicas adecuadas puede aumentar la capacidad de fijación de CO2 de la atmósfera en las estructuras vegetativas permanentes (biomasa) y en el suelo. Además, el Comité Oleícola Internacional (COI) participó en la 22ª reunión de la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP22), reforzando su compromiso en la lucha contra el cambio climático.
Por otro lado, la Interprofesional del Aceite de Oliva está participando en un proyecto europeo para calcular la huella ambiental de los aceites de oliva y su contribución a la reducción de gases de efecto invernadero. Con esto, el sector del aceite de oliva se posiciona como líder en la lucha contra el cambio climático, mostrando su compromiso con la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente.
El cultivo del olivo puede ser afectado por el cambio climático, a pesar de que tiene efectos beneficiosos para combatirlo. La falta de precipitaciones y recursos hídricos puede perjudicar la salud del olivar en términos fisiológicos. Además, el aumento de la temperatura podría provocar un desplazamiento de los olivares hacia el norte, lo que alteraría la economía y la producción de la oleicultura. El científico Luca Testi (CSIC) también predice que el cambio climático puede tener impacto en la floración, cosecha y necesidades de riego.
Sin embargo, algunos expertos opinan que el cambio climático puede beneficiar al olivar al solucionar problemas como la mosca del olivo. A pesar de esto, el equilibrio sigue siendo descompensado y se requiere tomar medidas para luchar contra el cambio climático. Afortunadamente, el olivar cuenta con herramientas para combatirlo y hacer frente a sus efectos negativos.
El olivo como arma contra el cambio climático: beneficios comprobados y nuevas oportunidades.
El olivo es sin duda un árbol extraordinario, con múltiples beneficios medioambientales comprobados por diversos estudios científicos y prácticas sostenibles. Uno de los más destacados es su capacidad para absorber CO2 de la atmósfera, un gas que representa una de las mayores amenazas para la capa de ozono. La Universidad de Hebrea de Jerusalén ha realizado un estudio que respalda esta idea y destaca otros beneficios de las plantaciones de olivar.
Además de la absorción de CO2, el olivo también es un factor clave en la lucha contra la desertificación y la erosión del suelo, dos problemas que pueden ser agravados por la falta de lluvias propias del cambio climático. Para conseguir efectos positivos en este sentido, Francisco Serafini, secretario general del Consejo Oleícola Internacional (COI), afirma que es necesario centrarse en la adecuación de herramientas para aumentar la capacidad de fijación de CO2 en las estructuras vegetales y el suelo.
Otro beneficio importante del olivo es su potencial para generar nuevas alternativas energéticas. El hueso de aceituna puede ser utilizado como biocombustible natural, según un estudio realizado por la Universidad de Granada, lo que permitiría reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles. Además, algunas investigaciones sugieren que es posible reciclar las aguas utilizadas en el tratamiento de aceitunas.
Es probable que en el futuro se descubran aún más formas de aprovechar el olivar y sus aplicaciones medioambientales. Desde AGR estamos comprometidos con la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. El olivar y sus diversas propiedades medioambientales nos ofrecen una gran oportunidad para contribuir a la conservación del planeta. Estamos orgullosos de ser parte de la industria del aceite de oliva y seguiremos trabajando en la mejora continua de nuestras prácticas agrícolas y la adopción de nuevas tecnologías sostenibles.